Al llegar al parking del polideportivo no salía de mi asombro cuando vi cómo unas piernas de mujer sobresalían aleteando de la ventanilla de un coche en marcha, dando vueltas por el lugar.
Esos tacones eran inconfundibles, mi último regalo de cumpleaños, unos rojos que le compré en el HIPERKOPA, con un vale de descuento de 10 euros porque a mi madre no le valían las zapatillas de andar por casa que le había regalado el invierno pasado. La Yeye necesitaba ayuda, ¿sería un secuestro?, ¿una desavenencia con su último ligue?, o habría sido succionada por un extraño fenómeno paranormal y sería tragada por esa boca monstruosa que a la vista parecía una indefensa ventanilla bajada de un Ford Escort rojo, modelo del 90.
Era momento para que apareciera SUPERTITI!!!!!!!!!!.
Todo el mundo que pudo ver aquella escena estuvo riendo años después, cada vez que se acordaban del pobre Supertiti intentando ayudar a su amada, sin percatarse de que aquella caída libre desde la ventana de la que se precipitó, ocultaba en su camino la rama de un viejo árbol que lo salvó de perecer esa misma tarde. Para entonces la Yeye ya había salido del coche que la mantenía medio cuerpo fuera, medio cuerpo dentro, entre risas, Martín, aquel muchacho que conducía el Ford Fiesta, le quiso gastar una broma, y ésta que se hacía la tonta se dejó llevar por las circunstancias...
Cuando no tengo foto para poner con el texto porgo la de algo que me guste, así que ahí va una playa: