27 de agosto de 2014

PLAYAS Y PUEBLOS BLANCOS EN CÁDIZ

Los veranos de playa pueden ser de diferentes maneras, de forma lineal o de forma pendular. A mí me gusta más que viajar a la playa, decir que viajo al mar: corretear por la arena, un café en un chiringuito, mirar a los bañistas, y mojarme los pies; pero me gusta más ese movimiento pendular que no todas las visiones que te ofrecen o hacen publicidad de él. 

En Cádiz ese movimiento pendular del que hablo es más fácil, porque de las preciosas playas puedes visitar lugares no menos bonitos. Pueblos de cal blanca, mezclados con palacios antiguos, que nos recuerdan que entonces la distancia entre ricos y pobres era mayor que ahora. 

Dormimos en Conil de la Frontera donde destacaría además de su bonito casco antiguo cargado de tiendas y restaurantes, el respeto por el dominio público con la línea de playa, sin un gran paseo marítimo como en algunas ciudades del Levante español, con la sensación de acceder al mar por un lugar ajeno al bullicio del pueblo mediante una zona de arbustos, pero que luego vuelves a encontrarte con sombrillas y niños revoloteando.
Playa de Conil de la Frontera (Cádiz)



Los alrededores del faro de Trafalgar, como la playa de Caños, con importante turismo gay, o la playa del Palmar donde te encontrarás con algunos famosos de la televisión en sus chiringuitos rodeados de gran número de snobs. Algo parecido ocurre en la ciudad de Tarifa, bonita, pero petada de gente, y snobs.

La Playa de Bolonia nos sitúa otra vez lejos de cualquier ciudad, junto a un yacimiento romano bien conservado (Baelo Claudia), pero nuevamente con una gran playa a rebosar de sombrillas y tiendas de campaña para superar el viento. Aún así merece la pena su visita y subir la duna para ver un mar de pinos.

Y en el interior, nos encontramos con poblaciones como Medina Sidonia o Vejer de la Frontera, que son un reclamo para el turismo más cultureta, al poder pasear por calles llenas de un esplendoroso pasado y presente, con las que tienes que echar mano del gps para poder encontrar el punto del cual partiste, al sentirte en un laberinto de paredes blancas que rezuman frescor entre jazmín y adoquines.



Vino, pescaíto frito, camarones, gente amable y diversos tipos de turistas dependiendo del lugar al que acudas hacen de la costa de Cádiz un lugar más que visitable.