La lucha interna en la que muchas personas vivimos contra nuestros estereotipos y creencias es una constante, y hacer un esfuerzo racional con el fin de sentirte bien y de aportar algo positivo a la sociedad imagino que nos hace no engordar porque si bien dicen que el cerebro es uno de los órganos que más energía consume, el usarlo en demasía hará que no acumulemos grasa en el resto del organismo.
A lo largo de nuestras vidas recibimos información sobre multitud de cuestiones, cercanas y lejanas, y todas ellas, quizás menos la cercanas pero también, implica la creación de estos estereotipos.
Un ejemplo de creación de estereotipos cercanos es el que ocurre cuando llega un compañero nuevo al trabajo y todo el mundo antes de llegar te dice cosas del tipo "pues este que estuvo en tal sitio se lió con nosequién", y uno piensa "ya, ¿y?", y tiempo después te puedes hacer una idea real de si esos estereotipos son reales o infundados. Y es que uno ha visto demasiadas injusticias contra compañeras a las que había otros que no dirigieron la palabra desde el primer día, por motivos tan primarios como el ejemplo que he dado.
El ejemplo de creación de estereotipos lejanos es el que ocurre por ejemplo con la cuestión catalana. Siempre he intentado no dejarme llevar por los comentarios que algunos hacen de los catalanes desde Madrid, y ha sido en este momento cuando el mecanismo del esfuerzo racional del que hablaba al principio de este texto se ponía en marcha. Y he viajado mucho a Barcelona, he estado en Girona y Tarragona, además de conocer a gente encantadora que vive en Lleida. He intentado comprobar en carne propia cómo esas creencias sobre los catalanes se disipaban viajando al lugar donde se supone que viven esas personas malas malísimas de los que algunos hablan.
Fig: Casa Amatller, en la Manzana de la Discordia, Barcelona
¿Y qué me he encontrado?
Creo que Barcelona es una ciudad preciosa, que ha ido mejorando a lo largo de los años, con calles limpias y una arquitectura tremendamente original, ordenada y que rezuma luz y alegría.
Estando allí he entrado en una tienda donde si yo entraba hablando en castellano quizás me contestaban en catalán, pero con una gran sonrisa, a lo que suponía que el hecho del bilingüismo se produce de esa manera, mezclando incluso conversaciones en los dos idiomas sin problema, porque dan por hecho que les entiendo, es más, ni se lo plantean, y no me he enfadado; y cuando no les he entendido, les he dicho un "cómo, es que no soy de aquí" y rápidamente han cambiado al castellano con amabilidad. Lo que no quita que alguna vez puedas encontrar a alguna persona impertinente, pero como aquí, en todos sitios hay gente que saluda con un berrido.
Las personas al final somos personas, aquí y allí, y tenemos costumbres diversas, que con amabilidad pueden ser tranquilamente respetadas.
Os aseguro que ese esfuerzo racional del que hablo, al final te hace volver con ganas de ir de nuevo, y con una gran paz interior que te hace sentir mejor persona, por lo que lo recomiendo a todos.
Estos días estoy sintiendo una gran desazón por la situación que se está dando en Cataluña. Yo no quiero que se vayan, haría todo lo posible por convencerles para que se quedaran, porque creo precisamente, que si es verdad que desde algunos sectores se los ha tratado un poco mal, y allí se han ido engordando una serie de creencias demostradas falsas en muchos casos, creo que es mejor estar unidos, y arreglar las cosas desde dentro, desde casa.
A muchos catalanes les han entrado ganas de irse, y la colectividad, la identidad ha hecho que se sientan legitimados. Pero igual que si un hermano mío se fuera de casa por un enfado y no volviera a mí me haría sentir triste, que ellos se fueran también me haría sentir triste.