23 de octubre de 2011

EL CÚMULO DE LAS PEQUEÑAS COSAS

Algunas mañanas te levantas sin saber qué te va a ofrecer el nuevo día. Te tomas un café en el primer sitio abierto esperando que el día vaya dando pasos hacia nuevas vivencias. Y te encuentras, con una reunión de grupo de discusión sobre las cosas de la vida, entre móviles de última tecnología, donde te das cuenta de que estás fuera del mundo, porque el tuyo sólo tiene cámara de fotos cinco mega pixels, pantalla táctil y una autonomía de cinco días en la batería, vamos un superteléfono móvil en 2006; con una comida en un senegalés a base de arroz partido resultado del cereal que no se vende en oriente y que envían a África porque es más barato, de ahí a Lavapiés; con una obra de teatro de Jardiel Poncela, en un teatro en un pueblo de 7000 habitantes a las afueras de la capital, donde vuelves a encontrarte entre la tecnología móvil pero porque no paran de sonar las más típicas melodías de los últimos cinco años en el patio de butacas, ahí te das cuenta otra vez de estás fuera del mundo; y finalmente sentado con tus amigos en una mesa de bar mientras escuchas música que nos recuerda a una película de Woody Allen, tomando tabulé de verduras, la tapa estrella del penúltimo lugar de la noche.

Al fin y al cabo se trata de un día de experiencias nuevas que convierten en lo que podría haber sido una jornada más en un gran día por el cúmulo de las pequeñas cosas.

A veces me pregunto si no seré un poco hipster criado en un mundo cheli.
Hopper, Road and Houses - South Truro 1933

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bien, hacía mucho tiempo que esperaba una nueva entrada y esta me gusta mucho. Un beso. Virgi