Aquella tarde, cuando llegó a casa y miró el correo, nadie le había enviado ningún mensaje, ni si quiera uno de estos de publicidad que borraba; no había ni mensajes de su mejor amigo. Comprobó que nadie había mirado su blog, al que dedicaba los huecos de entretiempo, desde ningún lugar del mundo, y mira que el mundo era grande; se soltó los cordones de la zapatilla y entró en el chat personal, donde hablaba largas noches con sus ciberamigos, a los que en su mayoría nunca había visto en persona, y con los que a veces mantenía conversaciones banales, pero a los que en otras ocasiones confiaba sus mayores secretos.
Planteó salir a la calle, y analizó la situación: el señor de la garrota seguía sentado en un banco viendo la vida pasar, se cruzó con el chino de la tienda de al lado, que aun sabiendo que ya no le compraba ni el pan, seguía saludándolo, vio a la joven que acababa de tener un bebé besándolo como todas las tardes en el parque, mientras lo mostraba al resto de mujeres orgullosa del fruto de su vientre.
Se sentó en un banco solitario, y esperó a que anocheciera...
1 comentario:
La distancia a veces es buena receta para hablar con la verdad que se guarda en los cajones de lo politicamente correcto en el tú a tú.
Esa ambigüedad es la que abre todas las puertas en el ciber-espacio. Podrían estar siendo sinceros con nosotros en este chat o en tal foro,más sinceros de lo que jamás aventurarían si tuviesen que cruzar sus miradas con nosotros, pero también quizás todo lo contrario.
La identificación de Ip´s terminará por acabar con esas libertades y ensoñaciones. ;-)
Un yeyero que no siempre escribe pero que más veces de las que imaginas lee.
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