Siempre hubo casas y casas, aquellas tristes y oscuras, donde la tensión podría cortarse con cuchillo, y aquellas donde al abrir sus puertas una ráfaga de luz blanca te iluminaba la cara, casas donde te abrían la puerta una décima parte de su recorrido para mostrar una tenue mirada, y otras donde una sonrisa despertaba los encantos de quien te recibía.
Yo ya tengo mi casa, a la que tardo en acostumbrarme, donde el polvo de la puerta aún se me olvida que existe, y al ser verde se deja ver, pero sólo cada vez que me voy, y nunca cuando llego. Siento que cuando camino por su piso cada vez noto más calorcito a cada paso, y mantengo la esperanza de que otros pies caminen alegres de compartir conmigo momentos, risas, pasiones y emociones.
Basta con echar un ojo a su interior para ver que le queda mucho, mucho aún para hacerla mía, estoy en proceso, se trata quizás sólo de relajarme y adivinar dónde podré colocar sus muebles, su sofá, cada uno de los regalos que me hicieron algunos amigos.
Yo ya tengo mi casa, a la que tardo en acostumbrarme, donde el polvo de la puerta aún se me olvida que existe, y al ser verde se deja ver, pero sólo cada vez que me voy, y nunca cuando llego. Siento que cuando camino por su piso cada vez noto más calorcito a cada paso, y mantengo la esperanza de que otros pies caminen alegres de compartir conmigo momentos, risas, pasiones y emociones.
Basta con echar un ojo a su interior para ver que le queda mucho, mucho aún para hacerla mía, estoy en proceso, se trata quizás sólo de relajarme y adivinar dónde podré colocar sus muebles, su sofá, cada uno de los regalos que me hicieron algunos amigos.