Cada mañana al despertar, en la sobremesa, en el trabajo, a altas horas de la madrugada, en un largo viaje hacia el mar, o en un corto viaje a tu casita de campo, en cualquier momento múltiples locutores, canciones para una vida, una ventana que te descubre el mundo mientras te lo imaginas.
Desde que vivo en mi nueva morada, dejé el mundo de las imágenes, y he vuelto a imaginar, y escucho la radio en casi todo momento. Este amor por este medio me lo inculcó mi padre, que aún se acuesta con la pequeña radio pegada a la oreja todas las noches, y seguramente comience a soñar sobre el último gol de cualquier jugador de fútbol liguero, pero gracias a un buen amigo que conozco desde hace un tiempo, las ondas radiofónicas han vuelto a hacerme sentir aquellas tardes escuchando al Señor Casamayor, y mis primeras tertulias nocturnas en la Radio de Julia, o aquel programa infantil que deseaba oír todos los domingo por la mañana en Radio Nacional, las primeras canciones, los primeros concursos en la Ser de Parla, con aquellos vinilos de 45 rpm, o la grandiosa semifinal del Mundial de Baloncesto de 2006 donde España ganaba a Argentina en el último segundo.
A menudo me emocioné, y quiero seguir haciéndolo, y quizás lo más bonito fue aquella tarde que me leyeron una entrada de este blog, la de Angelina...
La onda media, la onda corta, la frecuencia modulada, las noches de estrellas buscando emisoras en diferentes idiomas.
2 comentarios:
Buenas!
La radio, por lo menos deja mas a la imaginación que la Tv.
Saludos Guti.
Siempre me sentí cómoda en esa complicidad particular entre los oyentes y los locutores de la radio, esa extraña manera de conocerse, de estar acompañado, de contar secretos a altas horas de la madrugada. También yo se lo debo a mi padre. Uno de los momentos más emocionantes de mi vida fue esa vez, la primera, tal vez la última, que estuve dentro, manchándome de sonidos las manos, construyendo algo. Castillos en el aire. Algún día te contaré esa historia.
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