31 de mayo de 2008

CASAS Y CASAS


Siempre hubo casas y casas, aquellas tristes y oscuras, donde la tensión podría cortarse con cuchillo, y aquellas donde al abrir sus puertas una ráfaga de luz blanca te iluminaba la cara, casas donde te abrían la puerta una décima parte de su recorrido para mostrar una tenue mirada, y otras donde una sonrisa despertaba los encantos de quien te recibía.

Yo ya tengo mi casa, a la que tardo en acostumbrarme, donde el polvo de la puerta aún se me olvida que existe, y al ser verde se deja ver, pero sólo cada vez que me voy, y nunca cuando llego. Siento que cuando camino por su piso cada vez noto más calorcito a cada paso, y mantengo la esperanza de que otros pies caminen alegres de compartir conmigo momentos, risas, pasiones y emociones.

Basta con echar un ojo a su interior para ver que le queda mucho, mucho aún para hacerla mía, estoy en proceso, se trata quizás sólo de relajarme y adivinar dónde podré colocar sus muebles, su sofá, cada uno de los regalos que me hicieron algunos amigos.

3 comentarios:

Fertxu no calla dijo...

Hola!

Soy amigo de Gema, y me ha enseñado tu blog, me gusta mucho.

Te e agregado e puesto en blog favoritos.

Ire viniendo e leer.
Pasate por el mio cuando quieras.
un saludo

gutierre dijo...

EY FERTXU MUCHAS GRACIAS MAJETE, YO TAMBIÉN PASARÉ POR EL TUYO Y TE AGREGO A MIS FAVORITOS IGUALMENTE, ES MOLÓN TU BLOG, SÍ...

6 dijo...

Las casas a veces se parecen a las personas.
Tienen distintas caras, según el día; lucen diferentes, según lo que se pongan; poseen virtudes que saltan a la vista, y otras ocultas que te descubren en privado una mañana de domingo.
Las primeras impresiones, con las casas y con las personas, son importantes, pero nunca definitivas. A veces alguien pasa por tu lado sin pena ni gloria una tarde de abril y un buen día te enamora para siempre.

Esa casa tuya es como una cita a ciegas, como un compañero de piso desconocido. Se supone que tiene que gustarte, pero tú no la elegiste, no entraste acompañado de un casero a buscarle humedades tras los cuadros, no pasaste horas en dibujando su planta en un papel y decidiendo si te convenía la cantidad de luz que entraba en la cocina, o si era muy cara para ese salón tan pequeño. Esta casa es tu casa, y tienes que quererla, imposición que deja siempre el camino abierto a la duda, a la duda inconfesable: cómo no me va a gustar, si es mi casa.

Siéntate en medio del salón sin muebles, y búscale las humedades. Cualquier día, de vacaciones, esperando el buho después de un concierto, desearás estár en casa y tu nostalgia será verde.